La depresión[1]  es un trastorno, ya sea desde la psicopatología o desde la psiquiatría.  Según el modelo médico, psiquiatría  la describe como trastorno del  estado de ánimo y su síntoma habitual es un estado de abatimiento e  infelicidad que puede ser transitorio o permanente.
El término médico hace referencia a un síndrome  o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera  afectiva: la tristeza patológica, el decaimiento, la irritabilidad o un  trastorno del humor que puede disminuir el rendimiento en el trabajo o  limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa  sea conocida o desconocida. Aunque ése es el núcleo principal de  síntomas, la depresión también puede expresarse a través de afecciones  de tipo cognitivo, volitivo  o incluso somático. En la mayor parte de los casos, el  diagnóstico es clínico, aunque debe diferenciarse de cuadros de  expresión parecida, como los trastornos de ansiedad. La persona aquejada  de depresión puede no vivenciar tristeza, sino pérdida de interés e  incapacidad para disfrutar las actividades lúdicas habituales, así como  una vivencia poco motivadora y más lenta del transcurso del tiempo. Su  origen es multifactorial, aunque hay que destacar factores  desencadenantes tales como el estrés  y sentimientos (derivados de una decepción  sentimental, la contemplación o vivencia de un accidente,  asesinato  o tragedia,  el trastorno por malas noticias, pena, y el  haber atravesado una experiencia cercana a la muerte).  También hay otros orígenes, como una elaboración inadecuada del duelo  (por la muerte  de un ser querido) o incluso el consumo de determinadas sustancias  (abuso de alcohol o de otras sustancias tóxicas) y factores de  predisposición como la genética  o un condicionamiento educativo. La depresión puede tener importantes  consecuencias sociales y personales, desde la incapacidad  laboral hasta el suicidio. Desde la biopsiquiatría,  a través de un enfoque farmacológico, se propone el uso de antidepresivos.  Sin embargo, los antidepresivos sólo han demostrado ser especialmente  eficaces en depresión mayor/grave (en el sentido clínico del término, no  coloquial).[2]
El término en psicología de conducta (ver terapia de conducta o modificación de conducta) hace  referencia a la descripción de una situación individual mediante  síntomas. La diferencia radica en que la suma de estos síntomas no  implica en este caso un síndrome,  sino conductas aisladas que pudieran si acaso establecer relaciones  entre sí (pero no cualidades emergentes e independientes a estas  respuestas). Así, la depresión no sería causa de la tristeza ni del  suicidio, sino una mera descripción de la situación del sujeto. Pudiera  acaso establecerse una relación con el suicidio en un sentido  estadístico, pero tan sólo como una relación entre conductas (la del  suicidio y las que compongan el cuadro clínico de la depresión). Es  decir, en este sentido la depresión tiene una explicación basada en el  ambiente o contexto, como un aprendizaje desadaptativo.

 
 
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